Él. Es una llave.
Abrió una
puerta hacía un mundo de recuerdos, a una parte de mí que no sabía que existía.
Y a veces intento entrar, a veces intento recordar más de lo que verdaderamente
puedo. Cierro los ojos y dejo que los recuerdos me llenen, para que entren en mí
y no salgan nunca más. Es entonces cuando me pierdo, cuando me alejo, cuando me
distancio de la realidad.
Lo que fui, lo
que soy, lo que seré.
Las luces naranjas en el cielo, la mirada ida, la
respiración agitada, con el corazón en la garganta. Hay algo, en alguna parte,
que quiere salir, que esta gritando, que está atrapado.
Hay un recuerdo tan fuerte que lo olvide
por completo.
Pero no puedo ir más allá de las luces naranjas, porque
existe la posibilidad de que no vuelva nunca, de que la realidad deje de ser
real y me vaya hacía un mundo
del que no pueda salir jamás.
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