He intentado en vano hablar con mis amigos, expresarme más que nada, acerca de cómo me siento respecto a mi familia. Nunca me gusto demasiado contarle a mis amigos sobre mis sentimientos, si estoy mal, si estoy bien, si me duele, si no me duele; es algo que a los demás realmente nunca les importa. Porque uno ya tiene suficiente con los problemas propios, como para tener que aguantarse a alguien más mariconeando con algo respecto a su vida.
También odio las respuestas que recibo, casi siempre son las mismas. "Podrías estar peor", pero no, flaco, esto me esta pasando a mi, este es mi mal momento, esto es lo "peor". "Tenes que verle el lado bueno"... me parece que, por ahora, solamente quiero arreglar el lado malo. "A mi me paso lo mismo una vez y..." no, basta, cállate, esto me esta pasando a mi ahora y yo no soy vos.
Pero a pesar de todo, de alguna forma u otra, termino contándole a alguien cómo me siento. Finalmente me termino abriendo y termino contando todo eso que no quiero contar. Y sí, hablar de mi familia es un tema que me molesta mucho porque me avergüenzan. Pero recalquemos el hecho de que ninguno de mis familiares es normal.
A veces siento como el odio se convierte en una rara una mezcla de tristeza y decepción. Nunca nada es suficiente, para nadie. Ni para papá, ni para mis tíos, ni para mi abuela, ni para mamá, ni para mis amigos y amigas, ni para mis hermanas, ni para nadie. Porque siempre encuentran una excusa para todo. Familia, yo no soy una piedra. Y yo también siento. Y si pudiera cambiar las cosas, si pudiera ser mejor... les juro que lo haría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario